Ceremonia de premiación

DISCURSO DE ACEPTACIÓN PREMIO NACIONAL DE CUENTO BEATRIZ ESPEJO 2022

Miércoles 18 de enero, 11:00 horas, Biblioteca Central, “Manuel Cepeda Peraza”.

¿Puedo recibir este premio?

“Que los culpables paguen” cayó en mis manos como anécdota con principio

y final incluidos. Para darle vida, únicamente tuve que inyectarle al personaje

principal frases y ademanes de esa familiar neurosis de la que a ratos podemos

hacer gala todas las madres; el miedo al fracaso que las mujeres llevamos tatuado

en el espíritu, indeleble; heridas profundas que la violencia nos deja; el temblor

helado que nos recorre al sentirnos vulnerables. “Escribimos sobre lo que

conocemos”, dice Beatriz Espejo. Humor negro, realidad social y autoficción, a la

vez. El cuento nació siendo muy mío. ¿Atraparía? ¿Interesaría? Ricardo Guerra,

con ojo premonitorio, vio algo que podía “tener una oportunidad”. Es una historia

que conecta conmigo de manera personal, pero ¿me convertí en cuentista por

escribir un buen cuento?

Me advirtieron que no debía desanimar si perdía; el escenario que nadie me

planteó fue el que contemplaba ganar. No lo vi venir, no me preparé para él. Mentiría

si dijera que no fantaseé con ello. “Una mención honorífica, al menos”. Lo hice

desde lo hipotético e inverosímil de esos escenarios en los que la realidad rebasa

toda ficción; desde la posibilidad de saldar, a través de las victorias que se obtienen

con empeño, aquellas cuentas pendientes con el ego. Porque quienes estamos

reunidos aquí sabemos del caleidoscopio de significados que tiene este

acontecimiento para mí…, pero no, no me preparé para ganar, ni tampoco para lo

que vendría después.

“¿Es ahora literata? Creí que sólo era modelo de pasarela”. “Dicen por ahí que le

escribieron el cuento. Seguro se lo escribiste tú, Carlos”. “Tanta escritora con talento

que ha trabajado por años y de pronto ¡zaz! llega y ¿a la primera? Resulta

sospechoso”. 

En Yucatán, triunfar es un pecado, especialmente si eres mujer. No hay

manera más franca de abrir la puerta a la mofa y a los cuestionamientos que

obtener un logro. Al conseguir algo, una fuerte dosis de trabajo y la correspondiente

cuota de talento no son la primera explicación. Es demasiado obvia, tiene siempre

que haber sido algo más. Una trampa, un favor a cambio de otro, una confabulación.

Para las mujeres, la osadía de ganar se convierte muchas veces en una maldición.

Haber sido servidora pública tampoco abona a la búsqueda de

reconocimiento en otros campos. Pareciera que algunos no entienden la vida sin un

motivo político, sin el anhelo de un puesto y luego otro. Por ridículo que suene,

ciertas personas creen que necesito escribir, cantar y dedicarme a la gestión del arte

como un medio para conseguir lo que ya tuve o para ir a donde ya fui; para obtener

lo que ya no quiero. Otros consideran que fui capaz de corromperme y corromper

para acceder a este foro, a punta de sobornos. Piensan que invisibilizar mis logros

al no nombrarlos abona a alguna causa. No me queda claro a cuál.

Desde el día en el que recibí la noticia he resistido a la violencia de la duda y

la descalificación, pero me guarecí en el abrazo de quienes me alientan, se alegran

conmigo, y se interesan en leer la obra, la cual debe ser el objeto primordial del

juicio y la opinión. Lo más importante de todo es que he recibido el estímulo que

hace que premios como este tengan sentido: el incentivo para seguir golpeando las

teclas; para, como dice Rosely Quijano, seguir mirándome en el espejo líquido que

es mi computadora; para abrir las fauces del dragón. (Muchas gracias, Rosely, por

tu servicio, transparencia y valentía; por las “palabras aladas” que construyen y

alientan). Tengo ahora la motivación necesaria para continuar compartiendo

historias que, tal vez, ganarán premios, serán publicadas o quizá permanezcan en

un cajón, pero que serán testigos vivos de mi compromiso con la literatura.

Estoy agradecida y en deuda con el sector de la comunidad literaria que,

cercano y solidario, me abrazó desde el primer día en el que tuve que dar la espalda

al viento para dejarme impulsar por la tempestad. Quiero agradecer en especial a

tres hombres a quienes admiro profundamente [que están aquí presentes]: Adolfo

Calderón, Ricardo Guerra y a David Loría Araujo, mi editor, con quien espero hacer

mancuerna, si él acepta, por muchos años más.

Yo dedico este galardón a las escritoras contemporáneas quienes son

ejemplo de disrupción y resiliencia en la comunidad literaria de Yucatán: a Carolina

Luna, la primera en desnudar sus letras de prejuicios y mojigatería para trazar con

fuerza el camino que otras luego andarían: Verónica, Renata, Katia, Sol, Martha

Alejandra, Patricia, Elisa, Gará; son sólo algunos nombres del gremio que nos

representan a todas las que hemos decidido escribir. A mis compañeras de taller:

Mayo, Paty, Rossana, Alba y sobre todo a María Elena, por los comentarios hechos

a este cuento y otros de mis textos.

Especialmente quiero dedicar con gratitud este momento a la doctora Beatriz

Espejo quien a través de su obra me ha enseñado que, más allá del “giro de tuerca”

o el final inesperado, un cuento puede ser tan íntimo y natural como la historia de tu

vida, y tan complejo como las emociones con las que tropezamos a cada instante

dentro de nosotras mismas; tan verdadero como nuestros recuerdos. En sus

palabras, “después de haberlos sometido a los caprichos de la fábula y la

decantación del tiempo”.

Hoy escribimos las primeras líneas de una nueva antología. Es mi deseo que

más voces femeninas puedan mirarse en el “espejo de Beatriz” y que con los años

no seamos pocas sino muchas las representantes de la literatura escrita por

mujeres quienes convivamos en estos tomos colmados de relatos fascinantes,

creaciones de plumas talentosas que dan prestigio y valor a este premio. Es un

honor para mí formar parte de esta lista en la que reconozco nombres que han

inspirado y fortalecido mi quehacer literario.


Como escribí antes en mis redes sociales: aplaudo el esfuerzo que, en tiempos de

recortes, incendios, purgas y cancelaciones, la Sedeculta y el Ayuntamiento de

Mérida han realizado para mantener con vida este estímulo a la creación, que ya es

un referente a nivel nacional. Que en la era de los absurdos y los anacronismos, del

desdén a la cultura y al libre pensamiento, continúen existiendo estos pequeños

espacios para las letras libres no es poca cosa, aunque no sean los suficientes.

¡Que viva el Premio nacional de cuento Beatriz Espejo, por muchos años más!, y

que nuestras palabras encuentren ocasiones de seguir resonando en las mentes y

en los corazones.

“Si antes escribías por gusto, ahora tendrás que escribir por obligación”, me dijo un

querido amigo. Y sí, pienso seguir escribiendo, obligada, pero tratando de esquivar

la tentación de hacerlo para demostrar merecimiento. Debo anclarme sólo al

compromiso que tengo conmigo misma de seguir creando desde lo que para mí

tiene significado, por las causas que pienso deben ser defendidas y visibilizadas, y

para contar historias que merecen conocerse y compartirse con el público lector.

Quiero enviar un sincero mensaje de reconocimiento a los escritores que

cada día se atreven a compartir sus textos, a quienes desde la academia, el

periodismo, o cualquier género literario, tienen la osadía de desnudar sus letras

para narrar, denunciar, conmover, perpetuar y enseñar. Quienes lo hacen por ser

visibles, o por el simple anhelo de recibir una lectura. Que ese entusiasmo no

decaiga nunca, que vivir de y por la literatura sea posible a través del empeño y de

los pequeños triunfos que significan las palabras que vertemos en papel cada día

para dejar constancia de nuestro paso por el mundo y mantenernos con vida. En

palabras de Jimena González: escribir para sanar… “para ser algo más que

víctimas, alguien más que «algo», mucho más que «otras»”.

“¿Puedo recibir este premio?”, escribió el poeta David Huerta en su discurso de

aceptación del galardón de Literatura en Lenguas Romances que entrega la FIL de

Guadalajara. Y citando a Borges, se respondió: “mi vanidad y mi nostalgia han

armado una escena imposible”. Hoy, yo hago mía esta pregunta. ¿Puedo recibir

este premio? Sí.

Lo hago, lo recibo en esta “escena imposible” que hasta hoy sólo existió en mi

cabeza. Tengo muchas razones para continuar escribiendo, para devorar el mundo

con el fuego de la entraña que no amaina, que no depende enteramente de la

voluntad; que nos expone, que nos vulnera, pero que nos colma de razones y nos

permite ser y trascender.